Cosas que pasan en Monclova
Luis David llegó a su casa, bueno, la casa de su papá. Para él fue un día más, desde aquel día en que se separó de su esposa no ha podido encontrar empleo, le gusta mucho salir de parranda con sus amigos, ese día quiso hacer lo mismo, le pidió la camioneta prestada a su papá, a Don Humberto de Hoyos Cerna, hombre de bien, en la comunidad lo conocen por ser un hombre honrado, a sus 66 años algunos lo critican por haber recibido a su hijo otra vez, dicen los que hablan que el muchacho a sus 26 años bien puede hacer su propia vida, pero no, allí está como esperando algo, buscando no se que, tratando de cumplir una promesa añeja.
Eran las 8:30 pm cuando a lo lejos se escuchó la sirena, entraron al domicilio de Don Humberto, y lo que vieron fue una escena por definición grotesca: el hijo mordiendo el brazo del padre.
¿Qué explicación dar a ese fenómeno? Sabemos que por antonomasia el hijo desea la muerte del padre, el parricidio descrito por Freud, pero acá en la escena que comento, pareciera ser otra cosa, el hijo devorando al padre, en un intento de introyectarlo, reeditando la escena primaria del Dios Saturno devorando a sus hijos, así, Luis David, no podía separar sus dientes, quería comerlo, devorarlo, aniquilarlo, pero de una manera diferente, nada le costaba sacar un cuchillo y apuñalarlo, una, dos, tres, veinte, cincuenta veces, no, lo que eligió Luis David fue otra manera más ancestral, llegó a la posición caníbal, sádicamente quiso introyectarlo, ser-el-padre, como en la película del “Dragón Rojo”, cuando el protagonista se come la pintura en donde está el Dragón Rojo, en la fantasía él se convierte en “eso-que-se-mete-a-la-boca”, así fantaseó Luis David, qué cosas oscuras pasarían en ese momento por su mente, “devoro a mi padre, lo aniquilo, el ya no existirá jamás, ahora yo seré él”.
Casos como este ocurren todos los días, como sociedad nos estamos desintegrando, al abismo vamos directo, ya Carlos Monsiváis lo ha dicho, vivimos en el Hartazgo, la era posmoderna nos ha quitado los símbolos que sustentaban nuestra existencia, el Hombre vive un Sin-Sentido, vivimos en el más profundo Nihilismo, entre curas que se amarran globos, hasta lo más absurdo como lo que en esta entrega he comentado.
Posdata: ¿Será acaso el “Cunnilingus” una reedición existencial del placer de Saturno por devorar a sus hijos? No hay que descartarlo.
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Paola -